lunes, 18 de enero de 2010

Mi pueblito perdido

En un pueblito remoto, perdido en el tiempo y en las miradas, alguien se levanta cada día. Ese es su lugar, eso siente, y quizá ni se pregunta que hay más allá de las montañas verdosas. El sol le alcanza y el aire limpio le sobra. Tal vez le gustaría conocer el mundo, o no. Millones de lugares escondidos para nosotros que son, cada nueva mañana. Transcurren muchas vidas, así, sin llamar mucho la atención o casi nada, simples y calladas. Para sus pobladores ese es su espacio. Lo conocen muy bien, allí nacieron y jugaron, lloraron y festejaron, se encontraron y despidieron algunos para descubrir nuevos horizontes. Yo me pregunto por esos pueblitos olvidados. Qué lindo imaginar sus días. Si hasta casi puedo ver uno, cargado de árboles y casitas bajas, con caminos que imitan calles, sinuosos y coloridos. Veo gente de trabajo y animales por todos lados. También un cielo libre y lejano, y una paz que invita a quedarse. Puedo oír sus tardes apacibles y me inundo con sus claros aromas. Si hasta me siento caminando por su modesta placita, ahí justo frente a la iglesia. Miro más allá y puedo apreciar la puesta del sol, e incluso parece que eligiera ese lugar para esconderse orgulloso y radiante todavía. La calma me acompaña y marca mis pasos quietos. Miradas curiosas me dan la bienvenida. Si, qué lindo soñar con su paisaje iluminado y disfrutar sus minutos sin prisa. Tan sólo si supiera cómo llegar a él. Porque sé que existe ese pueblito postergado en algún rincón del mundo, dando vida y despertando cada mañana. Los invito a conocerlo, cierren sus ojos e imaginen...